sábado, mayo 03, 2008

Sueño que tu voz se hace un suspiro apenas audible.
La casa antigua que me cobija hace tiempo que está vacía: un modular con un espejo manchado refleja la luz cenicienta que se cuela por las hendijas de la celosía. Las sillas, como así también la mesa, están cubiertas de un polvo que lleva años y que ni el mismísimo tiempo se animó a soplar. La escalera conduce al piso superior, en donde hay dos cuartos tan o más oscuros que la sala. Pero en uno de ellos, a diferencia del otro, hay un baúl frente a la cama del matrimonio que habitó la casa.

Llevo días, quizás sean semanas, acostada en esta cama. Mentiría si te dijera que me siento como en casa, porque no sé lo que es una "casa" (sólo tengo vagos recuerdos de algo así, allá a lo lejos, en mi infancia). El lugar que me brinda abrigo es lo más distante al calor de un hogar. Pero sobrevivo al frío, al hambre, a la angustia, a la depresión y a la falta que en algún momento me pudo haber hecho una familia.

No tengo razones para vivir. Y si alguna vez tuve pequeños motores a batería que me impulsaban, fueron la vanidad y el orgullo. Nunca viví porque lo mereciera, de hecho a veces me consideré más útil ausente que insistiendo con estupideces para que alguien notara mi presencia.
Sólo viví tratando que alguien me encontrara entre la multitud.

Llevo días, quizás semanas, mirando fijo el baúl que se encuentra frente a esta cama.
Llevo días, quizás semanas, reuniendo coraje para abrirlo. ¿Qué puede haber en un cajón, más que arañas y cosas viejas?
Finalmente los pies me conducen hacia el baúl y mis manos se dirigen sin dudar al cerrojo oxidado. Con paciencia infinita muevo la llave para un lado y para el otro, hasta que luego de unos minutos el mecanismo de la llave cede y consigo abrirlo. Adentro, como lo había imaginado, hay arañas, telas de arañas, huevos de arañas, fotos del 1900 y un ajuar completo de novia. Pero, de pronto, revisando entre todas las cosas, encuentro una carta.

"Sabía que este momento llegaría. No sabía en qué condiciones sería abierto el baúl, pero esperaba que fueras vos la que lo abriera. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez. Fueron infinitos años de espera, de soledad, de angustia y de horas interminables pensando en la felicidad que...."

Mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude continuar leyendo. Guardé la carta en el sobre y la posé sobre el amarillento ajuar de la novia, no quise leer la firma de quien la había escrito porque íntimamente sabía que había sido para mí.

Hace días, quizás semanas, que la cama es un buen lugar y el baúl es el mundo que no quiero abrir.
Hace días, quizás semanas, que no quiero ser quien soy y que extraño lo que fui. Pero la única certeza que tengo es que esa carta, la carta del baúl, fue escrita para mí y no la quise terminar de leer.

"Llevaré tus caricias en mi piel
como tatuajes;
y tu sonrisa en mis pupilas
llevaré grabada
hasta que de mí no oigas más".

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