sábado, octubre 28, 2006

Actitud Buenos Aires

Actitud.
Es una palabra que se viene repitiendo constantemente y que se arroja como si se tratara de alpiste para los pájaros. Ahora resulta que I-sat y Sony Channel tienen "actitud". Cuando aparece alguien que se para firme sobre la tierra, se dice que tiene "actitud". Ahora, si sabe cantar y bailar y sabe atraer la atención de todos, dicen que además de actitud, tiene "carisma" o "ángel".
Y, dicho sea de paso, entre todas las actitudes que se encuentran pululando por ahí, la ciudad de Buenos Aires no podía ser menos y decidió impulsar una campaña bajo el nombre "Actitud Buenos Aires".
Yo no sé lo que le pasa al resto de la gente, pero a mí la actitud del porteño me parece una reverenda porquería. Hablo del porteño promedio, del porteño sorete que no espera a que la gente descienda de la formación del subte y arremete cuan toro contra el torero apenas se abren las puertas. Sí, hablo de ese mismo especimen que en el andén va siguiendo el correr de la puerta, pisando y cartereando a los que estuvieren, también, esperando. Del mismísimo que se cuela en la parada del colectivo, en la del banco, del mismo que deja el carrito en la enorme fila de la caja del supermercado y va llenando el carrito mientras otros, atrás, lo llevamos lleno (o no) y esperamos sin aquel ir y venir constante para "ahorrar tiempo". Hablo del ciclista y del motoquero que piensan que las manos y los semáforos fueron hechos para los autos, hablo del idiota que no espera a que corte el semáforo y cruza Avenida Independencia como si fuera el inhóspito pasaje Buteler. Hablo, sí señor, del dueño del bar que ante la prohibición de fumar en su local llena la vereda de mesas y sillas, impidiendo el paso de los peatones. Hablo, en definitiva, de los colectiveros dueños de la calle y los taxistas ídem, del "estaciono en cualquier lado, en doble fila, total el que viene atrás que se curta". Hablo de las señoras que caminan a paso de momia, 3 agarraditas del brazo, y no te dejan espacio para pasar. Hablo del señor dormido del asiento reservado para discapacitados que no cede el asiento, de la señora que no está dormida ni renga ni ciega ni embarazada que tampoco lo cede, hablo de las señoras gritonas y prepotentes, de aquellas que no gritan pero que sus hijos gritan molestando a todos y ellas, impávidas, no reparan en las molestias que ellos ocasionan. Hablo de los matones de turno, de los que solucionan la vida con una trompada por más que estén equivocados. De los que usan la bocina y la puteada para todo. De los que quieren sacar ventaja de todo, a cualquier precio, cagándose en el de al lado. Del panadero que te entrega las facturas crudas por no gastar más gas. Del supermercado que los días del 15% de descuento te suben los precios y te engañan con el descuento. De los que te ponen un comercio del mismo ramo que el tuyo con una diferencia de dos locales de por medio. De los pibes chorros "que roban zapatillas" para comer. De los skinheads tercermundistas de apellidos "Ruiz, Pereira o López" (ninguno de ellos se llama Müller o Von Schneider), de los barra bravas, de los inadaptados de la CGT y de los que proponiendo el "esto es una fiesta, loco" tienen licencia para molestar, pisar, perjudicar, atropellar, lastimar y matar a otros. De los porteños que - teniendo un mango más en el bolsillo- se compran un auto de 80 mil dólares y se exponen a ser blanco fácil de secuestros, robos y malos momentos.
Ser porteño es quejarse del estado de las calles, del gobierno de Ibarra, del gobierno del "afrancesado" actual, de la seguridad, del tránsito, de los precios. Ser porteño es haber nacido para quejarse de todo sin modificar ninguna actitud, la culpa siempre la tienen los de al lado, o los de arriba, o los de abajo. Es quejarse de los policías coimeros, pero no reconocer que antes que una multa "prefieren arreglar con el cana". Es quejarse del tránsito, pero comportarse como una bestia dentro de él. Es llorar la muerte de alguien arrollado por un colectivo, pero frente a una luz amarilla acelerar para ganar tiempo. Ser porteño es odiar a los negros cumbieros, pero bailar cumbia en un cumpleaños de 15 de la High. Ser porteño es amar a Gardel, pero soñar con las palmeras de Miami. Es comer porquería todo el año y no tener una casa propia, pero vacacionar en un lugar de moda. Es vivir corriendo todo el año atrás del mango, inmerso en una vorágine, en una multitid de gente, para después ir a Mar del Plata y chocarse con el de la sombrilla de al lado. Ser porteño es "lo que importa es lo de adentro", pero terminar casándose con una flaca linda, culoncita, tetudita. Ser porteña es decir "estoy sola" siendo hermosa, cuando la realidad es que están esperando que alguien con guita les banque la parada. Ser porteña es trabajar porque "no me queda otra" y en el fondo esperar que alguien las mantenga, o que el hombre sea el que pague todo. Ser porteña, ser porteño, es una reverenda porquería. ¿Alguien puede soportar semejante grado de histeria, neurosis, complejo de inferioridad, paranoia, síndrome bipolar y esquizofrenia? El porteño ama lo que no es, defiende lo que es incapaz de hacer, alaba las actitudes buenas de los demás pero él no es capaz de generarlas. Critica porque tiene boca, carece del sentido del role-playing y pocas veces he encontrado alguno que se pusiera en el lugar del otro antes de ejecutar una acción.
Si con todo lo que he dicho aún hay gente en el mundo que quiera conocer Buenos Aires, o alguien que quiera seguir viviendo aquí, eso quiere decir que no estamos tan locos o que los locos son los otros. O quizás ninguno de ellos está loco, y la loca sea yo, que ve a los porteños como unos seres realmente incomprensibles.

sábado, septiembre 30, 2006

Bailando por un sueño, Cantando por un sueño y facturando por algunos pocos.

No esperes que profundice en si me parece bueno o malo que Flor de la V haya ganado y Emilia Attias haya quedado en tal estado de depresión que corrió a los brazos del Turco de Show Match para consolarse porque no lo voy a hacer. Tampoco esperes que me declare a favor o en contra de un participante u otro: para mí todos los sueños son valederos y justos. Algunos ni son sueños: son necesidades a las que gentilmente las han renombrado como "Sueños". A la amiga de una participante de "Cantando..." le gustaría tener un bebé pero no puede. Ergo: la buena amiga se presenta para ganar y poder costearle el tratamiento de fertilización a su amiga. ¿Por qué? Porque las obras sociales no costean los tratamientos de fertilización para la gente que tiene problemas para traer un hijo al mundo (como así tampoco reconocen a la obesidad como una enfermedad). Una chica de Jujuy necesita una casa digna en donde poder vivir con su familia y con su madre un poco enferma. Una casa digna, algo que en la Constitución está garantizado para todos los habitantes de este suelo argentino y de lo cual podríamos concluir en que Jujuy no es una provincia argentina, o bien, que la Constitución nada tiene que ver con los vaivenes económicos que no le permiten a la gente acceder a un techo DIGNO.
El programa de Tinelli es un permanente desfile de carencias, desde las relacionadas a la (in) salud de las personas, pasando por las "light" (esto es, abrir la propia academia de baile), hasta llegar a tocar lo más profundo de la dignidad humana, como lo es "una jubilación para mis abuelos, que ya tienen más de 70 y aún continúan trabajando".
Es curioso como algunos recién se despachan con que hay hospitales que no tienen tomógrafo, gente que vive condenada en una casa miserable, matrimonios que no pueden concebir y gente con enfermedades incosteables para cualquier bolsillo de la clase media/pobre. En eso se podría decir que el programa de Tinelli colabora abriéndole los ojos a muchos de los que desconocen esa realidad. Pero en lo que ciertamenten no colabora es el facturar a costa de la miseria y la necesidad ajena.
El combo está a la vista: un "soñador-perfecto-desconocido" y una figura mediática o del ambiente artístico. Los ponemos a bailar, a desafinar, a que sean los payasitos de turno. Ponemos un *13013 y que la gente llame para votar por uno o por otro. No es nuevo: sólo con los anunciantes se le paga a toda la planta operativa y más. El hotel para los que vienen del interior del país es uno de los más pobretones de la ciudad, pero con el sólo hecho de nombrarlo al aire habrá gente que se acerque. Y con lo que se recibe de las líneas de teléfono... agrandamos los bolsillos de Tinelli.

Vos sos yo o yo soy vos?

En semejante despliegue de mediáticos en busca de más cámara, de gente que no es tan mediática pero ve en el programa uma forma de que la gente no se olvide de ellos y gente con necesidades, no con sueños, falta destacar la participación de un jurado que está para... ¿para qué estaba el jurado? y el infaltable público al que le podemos faltar el respeto con el horario y siempre estará allí, apoyando incondicionalmente a sus ídolos.
Sin embargo, se ha perdido el foco de la cuestión y el leit-motiv que supuestamente había impulsado la idea del programa. Recordemos que ella era: un "soñador" que quiere cumplir su sueño bailando o cantando, y al cual le ponen una figura que poco o nada tiene que ver con el cantar o el bailar, pero ambos hacen su mayor esfuerzo para lograr el sueño.
No obstante, poco se ha hablado de los participantes. En todos los casos no vi a ninguno de ellos despotricando contra sus compañeros, sí - quizás- contra el jurado. Lo que sí he visto mucho es a una Nazarena Velez amagando con irse, a una Flor de la V que acusa discriminación y en un psicopateo totalmente planeado dice no ser "preferida"(algo similar a lo que hace Nazarena), he visto a un mago Emanuel totalmente fuera de sus cabales exigiendo justicia, a un Jean Pier Noher visiblemente enojado por su nominación, y a una Ana Acosta sacadísima con el jurado.
En los programas de chimentos se entrevista más a las figuras mediáticas que a los propios soñadores.
Las victorias, al parecer, se las lleva sólo el famoso. Había que verla a Flor de la V agradeciéndole al público por su premio, pero la audiencia es un tema aparte.

Nosotros nos debemos al público, aquella eterna masa cautiva que vota...

La mayoría de la gente festejó que Flor de la V haya salido primera. Calculo que fue la gente que votó la que estuvo feliz: a mí me da lo mismo que gane uno o gane el otro. Quiero que a pesar de que se trata de la exposición de las miserias, se lo gane el más miserable o -digamoslo de una forma políticamente correcta- aquél a quien le haga más falta.
Ahora, lo que a mí me resulta curioso es que en un país bastante discriminatorio hacia los travestis y poco "friendly" con los gays (a pesar de que nuestro turismo es el más abierto hacia los gays extranjeros que dejan sus dólares y euros aquí) en el programa ¡haya ganado un travesti!. De esto puedo desprender tres conclusiones: a) que los argentinos somos más hipócritas de lo que creemos, b) que no importa si bailás bien o bailás mal, lo importante es que me divertís y por eso te voto, c) No importaba el sueño del pibe, sino la puja entre Florcita y Laura Fidalgo... "y a esa guacha había que ponerle la tapa!"
Lo que vota la gente poco tiene que ver con la decisión del jurado. Y si es el voto de una masa inculta que valoriza más la diversión, el chusmerío y la exposición de una vida privada bastante carente en vez de valorar el talento, el trabajo y el esfuerzo, se hace más que obvio que hay un jurado que está sobrando. Que no les quede dudas que Nazarena gana el cantando, no porque yo lo diga, sino porque ella se debe al público y el público la reconoce a pesar de que es un perro cantando. La gente quiere show, quiere ver mediáticos, quiere chusmerío, que Flor hable mal de la Fidalgo, que Naza hable de su divorcio con Agostini o de su relación con el ex de Susana. A la gente poco le interesa el arte o el talento, porque de hecho, no es necesario para ser un triunfador. Y en eso la televisión jugó un papel fundamental durante todos estos años, mostrando a las chicas del momento, en general abundantes en carnes o en plástica y con poca formación intelectual. Eso, sumado a que pocos son los que ascienden gracias a su trabajo en la escala social, llevó a que todos creyeran que esforzarse es inútil, que te salvás si tu hijo la pega como jugador de futbol o si tu hija sale con las medidas perfectas para que un esmerado productor la ponga en algún programa a revolver los papelitos de un sorteo y después de allí salta al teatro. Esforzarse ¿para qué?
Si ya se dieron cuenta de que la gente quiere chusmerío, que la próxima vez hagan un reality de famosos que quieran exponer sus agitadas vidas y que esta gente que vota, lo haga por gente a la que le están pagando por ello. Pero que no se utilice a los "soñadores", porque ellos sí van con el corazón en la mano a luchar por su sueño.

Por último, si me preguntás por qué miro a Tinelli, te puedo contestar que es para darme cuenta de lo miserable que es este pueblo que se divierte con las miserias ajenas.




lunes, septiembre 18, 2006


Callejeros y el mito del eterno retorno

Callejeros vuelve a tocar, o al menos eso es lo que parece. ¿Los dejarán esta vez? ¿O a último momento algún funcionario lo cancelará para no tener que pagar el costo político del permiso concedido?
Callejeros siempre está volviendo o por volver. Es una vuelta permanente, en cada amague, en cada aparición repentina, siempre está volviendo. Pero por la mitad. Les llueven amenazas de muerte, de bomba, de explosión. Y sin embargo, cuando pueden, se mandan y cumplen su anhelo de tocar. ¿Qué más puede perder un cantante que ha perdido a su novia, o un baterista que ha perdido a su madre en un incendio a causa de una bengala en República de Cromañón?
No defiendo a Callejeros, como tampoco defiendo a los padres que perdieron a sus hijos en aquel fatídico desastre del 30/12/2004. No defiendo a Callejeros porque me parece que la actitud de querer tocar pese a sus muertos no es un homenaje ni un recordatorio de las víctimas, es, sí, una provocación y una demostración del típico "quiero hacer lo que me gusta, no me importa lo que piensen los demás". Entre esos "demás" están los deudos de los pibes muertos.
Si en el contexto no hubieran muertos, la actitud no pasaría de una rebeldía adolescente. Rebeldía que no le hace mal a nadie: miles de adolescentes se cuelgan una guitarra, agarran las baquetas y hacen rock'n'roll. Hasta algunos son mejores que Callejeros y hacen shows, pero ninguno de ellos tiene 194 muertos en sus espaldas.
Los 194 muertos no son un esguince de muñeca después del que cualquier músico quiere volver a tocar. Son más de 150 familias destruidas.
Y ante la actitud de "yo voy a volver a tocar pese a..." exaspera a los familiares, que prohiben, censuran y amenazan de muerte a los Callejeros. Repudio esas actitudes porque en democracia "supuestamente" tenemos un sistema jurídico que en todo caso determinará la culpabilidad o no de la banda. No sé cómo reaccionaría yo ante la pérdida de un hijo, no consigo ponerme en la piel de todos los padres que los han perdido. Pero si me pasara, querría culpables vivos que pasen el resto de su vida entre las rejas y que la justicia lo determinara. Muerte no se paga con más muerte, porque los errores los pagamos en esta vida, no en el más allá. Yo los querría vivitos, bien vivitos, para que paguen de alguna forma el sufrimiento que me causaron.

Coincidencias siniestras

¿Qué tienen en común John Lennon, Jimi Hendrix, Kurt Cobain, Jim Morrison, Gilda y Rodrigo?
Que después de su muerte sus discos vendieron más. No importa de qué género se trate, el morbo humano de los fans y los no fans los lleva a comprar los discos compulsivamente. Es el mismo morbo que sentimos cuando vemos un auto accidentado en la autopista, que nos lleva a bajar la velocidad del auto para pasar despacito por al lado de la tragedia y ver si conseguimos llevarnos la imagen del muerto en la retina. En ambos casos, la muerte sólo se lleva al muerto: el accidentado, que en vida quizás fuera admirado y reconocido por unos pocos, se lleva la efímera mirada de unos cuantos miles de transeúntes. Y el músico se lleva un concurrido funeral, porque los discos que se venden post-mortem y sus regalías van a parar a sus familiares o - en el peor de los casos - a un productor cretino que ve la posibilidad de aumentar sus ganancias.
¿Qué tiene Callejeros en común con todos ellos? Que el morbo generado después de Cromañón los está convirtiendo en el mito del rock nacional. Los nuevos Redonditos de Ricota pero en el peor de los sentidos, porque aunque ellos no lo admitan, gran parte del público nuevo se debe al morbo que Cromañón disparó. No por la música, porque lamentablemente estamos en presencia de un rock nacional bastante chato salvo por algunas excepciones: Los Ratones Paranoicos eran los Stones locales. Viejas Locas, Jovenes Pordioseros, la 25, los Gardelitos, Intoxicados y Callejeros nacieron como la copia de la copia: la fórmula del rock'n'roll parece que da paño para rato y no hay nada nuevo bajo el sol. Por eso, que una banda del montón se dispare al éxito a causa del morbo de casi 200 muertos y no por diferenciarse de sus iguales (o parecidos), no me parece justo ni para los padres, ni para las otras bandas (mejores o peores que Callejeros), ni para los Callejeros mismos, que podrían haberse detenido a pensar en esto y parece que no lo hicieron. Y si lo hicieron, no les importa.

La culpa siempre la tiene el de al lado (frase de cabecera argentina)

Para los padres, los culpables son Chabán, Ibarra y, por supuesto, los Callejeros. Chabán por las supuestas coimas a los funcionarios que inspeccionaban el lugar y por cerrar las puertas de emergencia. Ibarra por tener funcionarios corruptos que aceptaban coimas para habilitar lugares. Los Callejeros porque si, porque "nuestros hijos confiaban en ellos". Los padres parecen haberse librado de toda culpa y cargo porque en este caso son víctimas también.
Cromañón fue la mezcla justa de inconsciencia, ignorancia y corrupción que estalló con una tres tiros. Sólo le faltaba un fósforo que encendiera la mecha.
Los padres son culpables también, lo que pasa es que si admiten sus culpas podría pasar que la pena que recaiga sobre los culpables sería menor. Quizás por ello no las admitan, o por pura ceguera, o por poca autocrítica. Una madre que lleva a un bebé a un recinto en el cual el sonido supera los 80 Db constantes es una enferma mental o una ignorante: sin embargo, en el baño de Cromañón se le pagaba a una señora que cuidaba a esos bebés en esa guardería improvisada. Los bebés, está de más decir, no sufrieron daño auditivo. Un inconsciente llevó una tres tiros y la arrojó en un lugar cerrado. ¿A quién con dos dedos de frente se le ocurre encender pirotecnia en un lugar cerrado? Callejeros no puede decir que no lo sabía porque en sus recitales era un rito común el tema de la pirotecnia, podría haberlo impedido, si. No lo hizo (al menos con la energía que el caso lo requería), las pruebas están a la vista. ¿Pero dónde estaban los padres en la educación de esa persona que llevó la bengala y la encendió?
¿Nadie se preocupó por saber en dónde se metía su hijo? ¿Nadie le dijo al chico de 11 años aparecido en la terminal del 68 al lado de Cromañón :"No vas porque no es para chicos de tu edad"? ¿Nadie le dijo a la chica de 19 años que iba a ver el show con su bebé en brazos que no era un lugar para ir con su hijo? ¿Ningún padre se preocupó por acompañar a sus hijos a la puerta para cerciorarse en dónde estaban entrando sus hijos? ¿Ningún padre preguntó "che, y cuando prenden una bengala qué pasa? ¿Cómo encienden una bengala, nadie de los que está alrededor se quema con las chispas"?
Según algunos padres, ellos confiaron en el gobierno de la ciudad. Como dicen los dichos, el ojo del amo engorda el ganado y "a Seguro se lo llevaron preso". Los Callejeros son responsables por permitir y lo son también por ignorancia: ni ellos mismos creyeron que algo así pudiera pasar. Son culpables sin quererlo. Pero los padres también son responsables, porque los hijos eran responsabilidad de ellos y la patria potestad es indelegable. El gobierno es responsabe, si, tendría que haber intervenido adecuadamente y hacer lo que debería haber hecho y no hizo, pero la ausencia de esos padres también contribuyó al desastre que fue Cromañón.
Y lo digo como la hija adolescente que fui, como la adolescente que creyó que su padre era un desubicado por entrar al boliche al que iba a bailar para ver en dónde se estaba yendo a divertir su hija. Lo digo como la estúpida de la cual todos se reían porque el padre entraba a buscarla o la llamaba por el altoparlante para avisarle que ya estaba afuera esperándola. Como la adolescente invadida en su privacidad de 15 años, al que su padre le preguntaba "y vos qué hacés allá adentro?" ¿Te invitan a tomar cosas"? ¿Quiénes van?". En ese momento me pareció demasiado. Hoy, sin embargo, lo agradezco porque a pesar de haber quedado como una "perseguida política" frente a mis pares, demostraba que mi papá me quería bien.

Conclusiones

Todos somos culpables de Cromañón. Padres, banda, manager, dueño del boliche, Gobierno de la Ciudad, educadores, sociedad. En Cromañón se pusieron de manifiesto todas las carencias de nuestra sociedad, la falta de educación, el "no te metás que esto es una fiesta, no seas amargo", la falta de escrúpulos de los que quieren ganar dos pesos más, la falta de límites por miedo a que tus hijos no te quieran más, o tus fans te dejen de seguir, la falta de conocimiento y el "dejar hacer" libertino que nos viene gobernando de un tiempo a esta parte. Quedó demostrado que Dios no es argentino, que a nosotros también nos puede pasar, y que no somos inmortales. Pero hay que aprender de esto, no sirve de nada obstinarnos en las culpabilidades ajenas y pedir la cabeza de alguien. Tenemos que comenzar a aceptar las propias culpas, de la manera mas dolorosa, es cierto, pero esto tiene que servir para que todos tomemos conciencia y no se repita nunca más. Callejeros tendría que llamarse al ostracismo hasta tanto la justicia determine si es culpable o no, porque está raspando constantemente la herida de los que aún no se resignan a haber perdido a sus hijos para siempre. ¿De esto viven? ¿Esto es lo que aman hacer? Bueno, no siempre se puede tener lo que uno quiere. Si es por un tema de guita, podrían levantar bolsas en el puerto, repartir cartas para Correo Argentino o arreglar autos en algún taller mecánico. Sino pregúntenle a los actores que hace años que están sin trabajo, de qué viven cuando no aparecen en pantalla. No los censuro, sino que yo les pediría que se llamen por un tiempo más a silencio porque las heridas están sangrando todavía. Más que nada por respeto.
Los padres no tendrían que reaccionar de la manera que lo hacen. Pero si Callejeros se retirara por un tiempo, no les daría pie a que lo hicieran. De todos modos no los justifico, me parece una aberración que un padre diga "yo los quiero en una bolsa negra de consorcio porque a mi hija me la dieron de esa forma en la morgue". Muerte no se paga con más muerte.