viernes, mayo 04, 2007

Pequeña historia de un amor pos-moderno

Ella no está sola. Él tampoco.
Ella trabaja. Él también.
Hace un largo tiempo tuvieron un romance que no llegó lejos, no porque ella no quisiera. Quizás la novia de él no hubiese estado muy de acuerdo con la idea, pero ella no lo sabía. Después de saberlo, decidió borrarlo de su vida como si fuese posible olvidar a aquella gente que daña y a la que se ama tan profundamente.
Él volvió. Pidió disculpas por el mal causado, como si pidiéndolas volviera a ganarse la confianza de ella. Ella lo perdonó, como si le fuera dado a los mortales el don de perdonar. Él siguió con su novia y ella con su vida, como si nada hubiera pasado. Él continuó mintiendo. Y ella también.

Después del rechazo que había provocado el distanciamiento no quedaba mucho más que explicar. Quizás lo más apropiado era salvar el honor a cualquier costo y eso fue lo que él hizo: redactó un lindo e-mail asumiendo la culpa de lo sucedido. Tiempo después, ella lo encuentra en el viejo mensajero y le pregunta: "¿Seguís de novio?", a lo que él respondió con un categórico "estoy con alguien, pero nada serio".
Mentira. Seguía con la novia.

Y si el pedido de disculpas era portador de más mentiras, ella pensó que lo más lógico sería seguirle la corriente a él, entrar en un juego de engaños para ver hasta dónde era capaz de llegar. Y así el tiempo pasó, de mentira en mentira, hasta que él pronunció las palabras mágicas:
"Quiero verte de nuevo".

Ella dudó. Tal vez fuera una más de sus mentiras y decidió jugar, porque al fin y al cabo nadie espera que un perro callejero le traiga un palito para que uno se lo arroje. Y él, supuestamente, se lo estaba trayendo.

"Vení cuando quieras", dijo ella, creyendo que él no iría a su encuentro. "Voy el sábado", dijo él, creyendo que ella lo esperaría y lo albergaría en su casa.
Él fue, como lo había prometido.
Ella no, porque no creyó que el iría.
Él la llamó por teléfono, porque no tenía dónde quedarse a dormir.
Ella respondió: "en mi casa no tengo lugar. Y aparte, en mi cama, conmigo, sólo duerme mi perro y no lo puedo sacar de su lugar".
Él dijo: "Pero yo contaba con vos, con que me ibas a dar un techo en donde quedarme".
Ella dijo: "Alguna vez, yo también".

El perro callejero tuvo que volver al lugar del que había venido.
Y ella llevó sus hijos al colegio, porque en 3 años la vida de la gente cambia. Y mucho.

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