viernes, enero 19, 2007

San Cristóbal y sus callecitas

El domingo se presenta con un sol radiante que se proyectará hacia el final de la tarde. En el balcón, Elvis, mi perro, se estira y se vuelve a acomodar observando los pocos autos que por la Avenida Independencia pasan.
Preparo el café tranquila. Es domingo, son las 9:30 de la mañana. ¿Qué me puede apurar? ¿Qué me puede perturbar?
Eh, "wacho", dame la moto, "wacho"!!
San Cristóbal, casa "subalquilada". El capanga que subalquila las habitaciones de una casa antigua que se cae a pedazos es el primer culpable en una cadena de culpabilidades. Los inquilinos son lo que son: a ellos nadie les pide mes de depósito, comprobante de ingresos, mes y medio de comisión ni mes adelantado. Con unas pocas chirolas pagan el cuarto, quizás provenientes de algún robo o ilícito que perpetran por la zona, como por ejemplo, robarle la moto a un chico que pasaba tranquilamente un domingo a la mañana por Independencia y Pichincha.
La lista de responsabilidades y culpabilidades es extensa. El sistema dejó muchos relegados, gente sin posibilidad de progreso a través del trabajo digno. La decadencia cultural y la falta de valores hizo el resto. No voy a justificar a estos delincuentes ni pretendo hacerlo, porque "robar para comer" no es una excusa: hay cientos de cartoneros que revuelven la basura para llevar el pan a la mesa. Pero claro, me olvidé de mencionar que tampoco existe la cultura del trabajo: robar es más fácil y el botín es más atractivo. En menos tiempo se obtienen más beneficios.
Los intelectuales de turno que tratan de justificar el accionar de estos delincuentes escriben desde sus ventanales con vista al Botánico. Me gustaría que alguno de ellos viviera en San Cristóbal, Constitución, Once o Balvanera, zonas altamente pobladas de casas tomadas, "okupas", travestis, putas, chorros y pibes fumando paco. Me gustaría que dejara su escritorio para tratar de pasear a su perro y mirara para los cuatro lados antes de colocar la llave en la cerradura de la puerta de entrada: un poco de turismo aventura no le vendría mal. Es fácil tachar de "fascista" a quien padece a estos personajes siniestros todos los santos días.
En el barrio todos saben quién es quién. La policía ya no los detiene porque "entran y salen". Mientras tanto, todas las fábricas abandonadas, conventillos y casas tomadas están intercomunicadas. En la Pimalu venden droga. Hay un policía de custodio en la puerta para que nadie ingrese. Pero los personajes de Independencia 2300 entran, mágicamente, no se sabe cómo. Incendio, bomberos, guardia Urbana, Defensa Civil, Same, un megaoperativo desplegado sólo porque una de las habitantes de ese conventillo no le quería dar un paco a la otra y esta última, por venganza, le prendió fuego el colchón. A los dos días, uno de los ocupantes fue echado a la calle con todas sus pertenencias: una bolsa de consorcio llena de ropa, un colchón y un sofá. Estuvo desde las 3:30 de la tarde hasta las 8 de la noche gritando en la puerta:
"Traeme las pastillas, traeme las pastillas".
Los especialistas del barrio afirmaron que estaba en pleno ataque de abstinencia. La policía vino en tres oportunidades. Nunca se lo llevó detenido por desorden en la vía pública. El capanga del conventillo le pegó hasta decir basta. Y el "nominado" seguía, y seguía, y seguía... Obviamente estaban todos los personajes de la mansión, entre ellos "Ms. Paco" y su novio, que de tanto fumar no le quedan neuronas para coordinar sus movimientos y se cae al andar en bicicleta. "Ms. Paco", escuálida, no llega a los 20 años. Ya tiene un hijo en su haber y se gana la vida practicando el sexo oral a cuanto desesperado haya en la calle. Total, con 5 pesos se compra algunos pacos. Y la vida sigue...
A las chicas del barrio, a todas, nos robaron un celular. A los dueños desprevenidos de autos le robaron el stereo al dejar sus vehículos estacionados sobre Pichincha. Y todo lo que nos falta a nosotros ya sabemos en donde está.

Una posible solución sería hacer un relevamiento de las condiciones sanitarias y de vivienda de los lugares en donde vive esta gente. Nadie, pero absolutamente nadie, ni aún el más delincuente de los delincuentes, puede vivir en esas condiciones. De comprobarse que estas viviendas no están en condiciones de habitabilidad, se podría pasar a la gente a algún albergue de la ciudad.
Otra solución sería hacer un censo para ver cuánta de esta gente tiene un trabajo demostrable. No hablemos de estar en blanco o en negro: que tenga trabajo. Si no tienen trabajo, que se les de la posibilidad de insertarse en uno, que se les de la oportunidad de aprender un oficio y que puedan trabajar. Y si no quieren ni una ni otra cosa, y si al cabo de cierto tiempo no demuestran que están trabajando o en vías de hacerlo, que los manden de donde vinieron. ¿Soy fascista? No. Yo también crucé la General Paz para vivir de este lado de la civilización, pero lo hice con cierto estudio y con una profesión que me permitía alquilar y pagar los impuestos de esta ciudad que me alberga. Todo lo que gano va a parar, directa o indirectamente, a sustentarme en Capital Federal. Y así como yo hay miles de personas que trabajan y luchan para seguir adelante en esta bendita ciudad.
No estoy proponiendo que le den las cosas regaladas, porque últimamente está muy de moda construir casas y dárselas a los pobres por una cuota mensual de 200 pesos, que al cabo de 20 años ya es suya. Todos tendríamos que tener la misma facilidad de poder comprar nuestro techo propio, no sólo los pobres. No quiero que le regalen nada porque a la clase media nadie nos regala nada, quiero que les den la posibilidad de revertir su situación actual a través del trabajo y la reinserción social. Y que mientras tanto, los sectores de conflicto estén vigilados.
Gracias Telerman

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