viernes, septiembre 05, 2008

Subjetividad

Mi viejo fue una de esas personas inentendibles e inexplicables. Los alumnos lo adoraban, lo alababan, lo aplaudían al entrar a un curso. Era un tipo muy querido y reconocido, creo que hoy hasta después de muerto lo sigue siendo. Pero a nivel personal lo único que me dejó fue la frase que desde hace dos años encabeza este blog: "en la vida no todo es blanco o negro". Y me dijo: "tenés que aprender a ver los matices", como buen artista plástico que fue.

Con mi viejo aprendí valores por contraposición: por cada vez que me dio vuelta la cara y me dejó en bolas en la calle, yo ayudé tres veces a gente que estaba en la misma condición en la que él me había dejado. En cada ausencia en momentos claves, puse presencia y hombros en donde otros pudieran llorar.

Yo sabía que mi viejo tenía matices, pero no pensé que fueran tantos. Es decir, no pensé que sus silencios fueran un despropósito tan grande a tal punto de dejar a todo lo que alguna vez fue una familia disfuncional en cortocircuito. Quién sabe qué motivos tuvo para callar, esconder, crear confusión... es el día de hoy que trato de entenderlo y no puedo. Y cuando me excede el pensamiento, duermo para olvidar.

Es posible que mucha gente lo recuerde como el maestro Giacchetti. El maestro Adrián Giacchetti. Puedo, y creo que aún tengo derecho por llevar (lamentablemente para algunos) el apellido Giacchetti, de decir que como profesor fue el mejor. Que como artista plástico fue excelente, que no hace falta mucha inteligencia para darse cuenta de que las manos expresivas que él lograba en sus grabados no las logró nadie. Puedo también decir que los pocos momentos de felicidad fueron eso, pocos momentos, dentro de los cuales están el día de mi juramento como profesora y el día que se le perdió la cámara en Reta. No voy a detallarlo acá porque lo vivimos sólo tres personas: él, Adriana y yo. Y ese es, de los recuerdos, el más lindo que conservo. El día de mi casamiento fue emotivo, pero no tanto, porque como mi viejo odiaba a mi vieja terminó yéndose antes. Bastante hizo su egoísmo para aguantar durante ese día...

Mi viejo fue un grande en lo suyo y también fue déspota y egoísta cuando pudo. Fue un militante revolucionario para el afuera y muchas veces fue el Führer en casa. Amigas de aquellos tiempos se acuerdan vívidamente de algunas palizas que yo no recordaba... En fin, en su momento mi viejo me pidió perdón por esas cosas, pero el perdón para el cristiano es "me confesé, recé 4 ave marias y ahora puedo seguir pecando". No sirvió de mucho, más que para hacerme recordar cosas feas y llorar adelante de él como una nena de 4 años. Gracias a Dios tengo amigas que no me dejan mentir porque ellas presenciaron algunas de esas sesiones de sadomasoquismo que quizás sólo le diera placer a él, porque juro que a mí no me gustaba que me cagara a palos por cualquier cosa.

A veces me encuentro preguntándome por qué la gente trae hijos al mundo...

El título "Subjetividad" se refiere a eso. Ojalá que el día que yo me muera la gente hable tan bien de mí como lo hacen de mi viejo... Pasa que los que hablan bien sólo lo conocieron en el "afuera" o es su segunda familia, que él formó en otro momento de su vida, quizás más tranquilo y habiendo bajado 300 cambios. Quizás ellos sí sientan su ausencia porque lo tuvieron. Yo no lo tuve. Y las pocas veces que lo tuve no fueron días para recordar con nostalgia, a no ser el día que me dijo lo de los matices. En eso tuvo razón. Fue la única frase que me dejó como enseñanza. Tal vez a otras personas les haya dejado más, y les haya dejado recuerdos lindos y momentos compartidos hermosos. Brindo por ello, porque en algún punto se dio cuenta por donde pasaba la historia. En eso pudo haber evolucionado como ser humano con la gente nueva que entró en su vida... Pero con el pasado nunca se reconcilió completamente. Siento que siempre hubo algo en su relación conmigo que le provocó rechazo, desde chica, vaya una a saber por qué...

Por eso, antes de hablar de la hija de Giacchetti, hay que lavarse muy bien la boca porque el que está hablando no conoce toda la historia. O conoce lo que mi viejo quiso dar a conocer, que es diferente de lo que me contó a mí y por eso me ponen, me pusieron y me pondrán bajo la lupa.
No juzgo a quien lo hace, simplemente me da pena que se informen tan poco antes de levantar el dedo acusador. O de levantar la mano en un acto de atrevimiento peor que el que yo pude haber tenido yéndolo a ver en su lecho de muerte. Ellos, lamentablemente, no tienen ni idea de lo que yo hablé con él antes de que muriera, por eso actúan así.


Era hora de postear esto. Me cansé de que me paren en San Martín preguntándome por qué esto, por qué lo otro, por qué aquello. Mis respuestas no le cambiarán la vida a nadie y realmente mi vida no es el piso de Intrusos en el Espectáculo, pero siento que mi silencio deja via libre para que todos alaben al muerto sin siquiera haber convivido durante los peores años con él. El que lo alaba no tiene la menor idea de lo que fue vivir eso.

1 comentario:

Leyendo Retinas dijo...

Sin duda,la riqueza está en los matices. Gran frase la de tu padre.

Saludos,

D.